El desvío de recursos públicos, aún sin propósitos de lucro, constituye un delito; pero en esa hora sólo los especialistas en finanzas públicas parecían entenderlo; de momento, el resto de los líderes partidistas se quedaron galvanizados, Morena los había puesto contra la pared.

No es que la medida esté mal; no, al contrario; pero ésas no eran las formas; un verdadero líder, uno responsable y comprometido con México, habría convocado al resto de los dirigentes partidistas, aspirantes y jefes de bancada, a formar un frente común para adoptar las medidas jurídicas y económicas pertinentes para afrontar la tragedia; AMLO no lo hizo; prefirió sacar “raja política”, lucrar con él; emplazar a sus adversarios de mala manera, en un albazo mediático sin precedentes por las circunstancias atroces en que lo hizo.

Ése es el México carroñero que se agazapa detrás del mesianismo de esos patanes que se erigen como los salvadores del nuevo México que sólo existe en su imaginación calenturienta.

De nosotros depende, en nosotros está, que el pasado sismo cobre sentido; que no sea excusa para soslayar la dolorosa realidad que nos circunda; ni volverse involuntarios cómplices.

El sismo llegó y se fue; puede regresar, es verdad, pero no sabemos cuándo; no obstante, ese “civismo y humanidad recobrados” no pueden servir de pretexto para no afrontar los retos por venir o que ya están aquí en su dolorosa cotidianeidad: la violencia, por ejemplo.

En Chihuahua, solamente por citar un caso, esa violencia se ha disparado a niveles insospechados; más, mucho más, que en la gran mayoría de los estados de la República, elevando el número de ajusticiamientos callejeros asociados a las bandas criminales un 73 por ciento, en los primeros ocho meses de este año.1 ¿Cómo ignorar que hace unos cuantos días, en una sola jornada, veintidós personas, entre ellas cinco mujeres, fueron asesinadas; y once de las víctimas cayeron abatidas en menos de dos horas?2

En ese lapso también, los primeros ocho meses del año, según cifras oficiales de la propia Fiscalía local, si el número de homicidios dolosos en el Estado alcanzó la friolera de un mil 265 casos, en el rubro de desaparecidos Chihuahua figura como una de las entidades con mayor incidencia.3

Un simple cálculo aritmético, sumar el número de cadáveres al de los ausentes —seguramente difuntos (es estúpido pensar otra cosa, salvo el caso de unos cuantos que, yéndose de farra, “no estaban muertos y andaban de parranda”)— arroja una cifra escalofriante de casi un asesinato cada dos horas.

Es para lo que no puede, ni debe, servir el sismo, para prohijar baladronadas de cualquier orden de autoridad que, bajo el subterfugio de la solidaridad, de ese México “emergente y ciudadano”, soslaya o simplemente ignora la catástrofe en puerta.

Don Manuel Gómez Morin decía, y decía bien: “Que el fervor de la aspiración anime la búsqueda y la disciplina de la investigación reduzca el anhelo, porque es peor el bien mal realizado que el mal mismo”.4

Que Dios, en esta hora, nos agarre confesados.

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Luis Villegas Montes.
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Nota de la redacción, con el título: “Un gobierno desafiado por el crimen”, publicado el 7 de septiembre de 2017, por el periódico El Diario.
2 Nota de Juan José García, con el título: “Jornada violenta deja 22 homicidios en Chihuahua”, publicado el 19 de septiembre de 2017, por el periódico Milenio.
3 Nota de Itzel Ramírez, con el título: “Urgen a crear registro de desaparecidos en Chihuahua”, publicado el 10 de mayo de 2017, por el periódico El Diario.
4 Citado en un artículo de Enrique Krauze, con el título: “¿Quién fue Manuel Gómez Morín, ganador post mortem de la medalla Belisario Domínguez?”, publicado el 30 de octubre de 2013, por el revista Letras Libres.