
**El pueblo es una referencia satelital, su forma de caracol es visible desde Google Maps. San
Miguel es ahora una de las primeras agencias municipales que cuenta con agua potable, drenaje,
escuelas, alumbrado público, telefonía satelital e Internet.
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Águeda Robles
En 1989, San Miguel Monteverde, del municipio de San Antonino Monteverde en la Mixteca
oaxaqueña, era una comunidad de menos de mil personas montada sobre un cerro y habitando
en casas de madera o adobe dispersas que carecían de servicios de agua potable, drenaje,
electricidad y escuelas. En su mayoría, los habitantes, de San Miguel no tenían empleo y se
veían obligados a emigrar a otros pueblos en busca de un futuro mejor.
Hoy, en el escenario de pobreza extrema y abandono en que sobreviven otras comunidades de
la región, incluida la cabecera municipal, San Miguel Monteverde que hoy muestra orgullosa
los resultados del trabajo organizado; sus habitantes aseguran que el Movimiento Antorchista
los ayudó a encontrar el camino para acceder a una vida mejor.
En San Miguel El Viejo, como ahora es conocida la comunidad, las familias han dejado atrás
las graves carencias que padecieron hace casi tres décadas, pero no olvidan que para llegar a
Huajuapan de León tenían que caminar cerca de 24 horas; recuerdan con orgullo los esfuerzos
que tuvieron que realizar para superar ese pasado.
?Ni las mulas más fuertes, podían llevar los postes para que se electrificara el pueblo; poco era
lo que se podía comer, pues se dependía de las cosechas y de la mano de Dios. Así vivíamos
antes?, relata con sentimientos encontrados Miguel Santiago García, habitante de la población.
Testigo de la trasformación del pueblo y de lo que ha significado el trabajo del Movimiento
Antorchista, don Miguel da gracias a quienes impulsaron su llegada y a quienes aceptaron
emprender ese cambio.
LO QUE SIGUIÓ FUE COMO EMPEZAR DE NUEVO
El Movimiento Antorchista llegó a San Miguel Monteverde en 1983, aunque no se ha definido
con precisión quién lo introdujo. Los vecinos de mayor edad solo recuerdan que las familias
adheridas a la organización poco a poco fueron ganándose la confianza de los habitantes con la
ejecución de trabajos comunitarios.
En un par de años, los pobladores de San Miguel se convencieron de aceptar la guía de la recién
llegada organización social para hacer algo por ellos mismos, pues permanecían olvidados
completamente por los tres órdenes de gobierno.
Eduardo Cruz Miranda, ex agente municipal, relata que, convencidos de que la unión hace la
fuerza, lo primero que hicieron fue mover la conciencia de los pocos que no aceptaban los
cambios y que se negaban a dejar sus tierras. Esta etapa fue una de las más difíciles y
complejas, pues se enfrentaban a algo nuevo que ni siquiera los más persuadidos estaban
seguros que saldría bien.
Superado ese primer obstáculo, de la mano de Antorcha Campesina encontraron el lugar idóneo
para vivir y, entre el 27 de diciembre de 1989 y el inicio de 1990, lograron levantar un acta de
donación de tierras comunitarias, previamente declaradas aptas, para el nuevo asentamiento
humano de San Miguel.
Lo que siguió fue como empezar de nuevo, aunque la siguiente etapa resultó fácil gracias al
apoyo del Movimiento Antorchista, pues a través de él conocieron al ingeniero Manuel Irineo,
quien diseñó dos planos para la construcción de la nueva comunidad. Ambos proyectos
satisfacían el principal requisito de los habitantes: que el nuevo pueblo no estuviera lejos de su
asentamiento original, donde quedaban sus raíces.
Los habitantes quedaron maravillados con uno de los planos, porque a diferencia de la
dispersión con que hasta entonces habían vivido, el proyecto de Irineo los ubicaba en un mismo
entorno social, ordenado y armonioso, que con el paso del tiempo se fue concretando a la
perfección, al grado de que hoy San Miguel es un referente satelital en Oaxaca.
PENETRA, LECTOR, EN LA HISTORIA DE ÉXITO
Luego de que en una asamblea comunitaria se hizo la distribución de las casas habitación, calles
y demás sitios, se inició el traslado de la población. Con melancolía dejaron sus tierras y se
trasladaron a su nuevo hábitat; hoy no se arrepienten de haber aceptado el cambio, los
beneficios del mismo son evidentes.
En 1991 los pobladores recibieron los documentos oficiales que los declaraban dueños de sus
lotes y, con la gestión de Antorcha Campesina y sus propios recursos comenzaron a levantar las
primeras viviendas, construidas con tabiques, cemento y lámina; los pisos ya no eran de tierra
apisonada, sino de cemento.
Los ojos de Margarita Cruz se llenan de lágrimas cuando recuerda cómo sus padres fueron
testigos de la construcción de su pueblo, y cómo en el mismo año de su arribo al nuevo
asentamiento pudieron ver que en sus hogares había tuberías y llaves de las que podía salir
agua potable.
Antorcha Campesina fue la responsable de este logro, reconoce la mujer, quien asegura que la
gestión la hizo la organización ante lo que era el Servicio de Agua Potable, hoy Comisión
Estatal del Agua (CEA), que en ese momento asignó un presupuesto de 187 mil 320 pesos para
el financiamiento de la obra.
A partir de ese momento comenzó a notarse el progreso: las calles se pavimentaron y en
agradecimiento a este desarrollo urbano éstas recibieron el nombre de dirigentes del MAN: una
se llama Aquiles Córdova Morán; otra Gabriel Hernández García; una más Pablo Cruz Cruz;
todas recuerdan a quienes ayudaron al pueblo a forjar un destino mejor.
Los pioneros del nuevo San Miguel Monteverde guardaron en una botella de vidrio, para no
olvidar nunca su origen, una nota redactada en español y mixteco, en la que se reseña la historia
de cómo llegaron a esa región y quiénes los ayudaron. Hasta nuestros días, esa memoria se
conserva para que en el futuro sea leída por las nuevas generaciones.
San Miguel es ahora una de las primeras agencias municipales que cuenta con agua potable,
drenaje, escuelas, alumbrado público, telefonía satelital e Internet. Además, es un pueblo que ha
aprendido a vivir sin divisiones, con hermandad y bajo el lema de que un pueblo organizado
puede romper cualquier barrera de pobreza y marginación.
Han logrado también la construcción de un preescolar, una primaria y una telesecundaria y
tienen la esperanza de contar muy pronto con una institución media superior para que los
jóvenes de San Miguel no tengan que salir de la comunidad, en donde la mayoría trabaja
apoyando las labores del campo.
En la población convergen tres religiones diferentes (católicos, protestantes y pentecosteses)
cuyos creyentes contribuyen por igual en labores comunitarias, en la construcción de edificios y
trabajan colectivamente para beneficio de sus templos y rituales confesionales.
Hoy la comunidad cuenta con más de dos mil habitantes que han encontrado solución a sus
necesidades de empleo; ya no emigran como antes; continúan luchando unidos como una sola
familia comunitaria para enfrentar las adversidades que puedan presentárseles y siguen
confiando en la organización que les dio la oportunidad de tener una vida mejor.
La comunidad, ubicada a dos horas de la capital del Estado, sin duda es ejemplo de cómo el
pueblo, organizado y con una guía honesta y comprometida, puede alcanzar niveles muy altos
de bienestar y desarrollo de sus comunidades.