En 1976, el historiador y economista italiano Carlo Cipolla publicó un librito bastante interesante titulado “Allegro ma non troppo”, en el que propuso lo que él llama cinco leyes básicas de la estupidez humana.[1] Helas aquí:
Primera ley: siempre, e inevitablemente, todo el mundo subestima el número de estúpidos en circulación.
Que haya tipos estúpidos no es nuevo, pero Cipolla estaba cierto de que solemos subestimar su número e influjo en nuestra vida; de hecho, afirmaba que “cualquier estimación numérica resultaría ser una subestimación”.
Pensemos en esos individuos que considerábamos inteligentes, pero de pronto empiezan a comportarse en forma idiota (miles de profesionistas, incluidos licenciados, maestros y doctores, que votaron por AMLO en 2018); o basta con salir a la calle para ver cómo muchas personas, trepados en un banquito de poder, se empeñan en estorbar, dificultar o entorpecer nuestra labor, sin razón aparente, más que su estupidez.
Segunda ley: la probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona.
Dicho de otro modo: la estupidez no depende de la cultura individual, los bienes de fortuna o el rango social; la estupidez se distribuye igual entre todos los integrantes de la población; o como dijo Cipolla: “Ya sea que frecuentes círculos elegantes, te refugies entre caníbales o te encierres en un monasterio, siempre tendrás que lidiar con el mismo porcentaje de gente estúpida”.
Cipolla pensaba ser estúpido era una característica del ser humano en lo individual, como tener ojos azules o el cabello negro; por ello, se distribuye en la sociedad en proporción idéntica y se basó en un estudio sobre el nivel de estupidez en los cuatro grandes grupos que integran las universidades: conserjes, administrativos, alumnos y profesores; el ensayo demostraba que la estupidez estaba repartida de manera uniforme sin que fuera relevante el grado de estudios: “Tanto si uno se dedica a frecuentar los círculos elegantes como si se refugia entre los cortadores de cabezas de la Polinesia, si se encierra en un monasterio o decide pasar el resto de su vida en compañía de mujeres hermosas, persiste el hecho de que deberá siempre enfrentarse al mismo porcentaje de gente estúpida”, resumió.
La tercera ley (la más importante según Cipolla): “Una persona estúpida es aquella que causa pérdidas a otra persona o a un grupo de personas mientras que ella misma no gana nada o incluso sufre pérdidas”.
Sobre esa base, Cipolla creó cuatro categorías útiles para clasificar a cualquier persona en atención a su comportamiento, en atención a los beneficios o pérdidas que generan al resto o a sí mismos: así, los estúpidos son quienes con sus actos perjudican a los demás sin beneficio propio, los malvados (Cipolla les nombra “bandidos”) obran igual (afectan a otros), pero logran beneficios de índole personal.
Por el contrario, los inteligentes se benefician a sí mismos y a los demás; y, por último, quien ayuda a otro a costa de sí mismo son incautos o, según Cipolla, “gente indefensa”, pues aunque sirven a la comunidad, no son beneficiados por ella. Éstas son las víctimas preferidas de los bandidos.
Esta tipología es importante porque deja en claro que los estúpidos actúan en forma irracional, pero los bandidos (los perversos) no; ellos saben a la perfección qué hacen y están al tanto de su actuar; y por ello, los inteligentes pueden entenderlos, anticiparse y, por ende, tomar medidas para protegerse.
Sin embargo, los planes de los individuos inteligentes se pueden frustrar a causa de los estúpidos pues son impredecibles y destructivos.
Cuarta ley: las personas no estúpidas siempre subestiman el poder dañino de los individuos estúpidos.
Los no estúpidos suelen olvidar, y con funestas consecuencias, que siempre, en cualquier momento, lugar o circunstancia, tratar o relacionarse con estúpidos resulta un serio y costoso error.
Para Cipolla, los inteligentes creen que los estúpidos sólo son capaces de hacerse daño a ellos mismos y, en consecuencia, derivado de su inteligencia, son inmunes al quehacer de los estúpidos. Falso. Dado que los inteligentes ni imaginan ni comprenden los actos de los estúpidos, por lo general sus ataques suelen tomarlos por sorpresa.
Quinta ley: “Las personas estúpidas son el tipo de personas más peligrosas”.
¿Quiénes creen que podrían ser aquellas personas que son consideradas como las más peligrosas? En efecto, para Cipolla, los estúpidos que ocupan puestos de poder´; para él, no hay nada más amenazador que un estúpido con poder; y, lamentablemente, las masas de estúpidos, a través de sus votos, consiguen que un gran porcentaje de estúpidos ocupen puestos de elevada responsabilidad en el gobierno.
En este punto, aunque no llego a compartir la opinión de Gógol, quien afirmaba que los funcionarios gubernamentales los son precisamente porque son estúpidos, sí comparto la de Paul Tabori: “No es mi intención afirmar que la gran mayoría de los burócratas o empleados son estúpidos; pero sí creo que cada habitante de este planeta puede citar por lo menos un ejemplo de estupidez burocrática. Muchos podemos citar una veintena o más aún. Y si se suman todos los casos aislados, resulta un total impresionante”.[2]
Esta realidad me recuerda una anécdota que se atribuye a Napoleón Bonaparte[3] quien, se dice, clasificó a sus soldados en cuatro tipos de personas: los inteligentes con iniciativa, el inteligente sin iniciativa, el idiota sin iniciativa y el idiota con iniciativa.
A los primeros, Napoleón les daba funciones de mariscales, generales o estrategas; a los segundos, los hacía oficiales y para que recibieran órdenes superiores que serían cumplidas con diligencia; a los terceros, los ponía al frente de la batalla como “carne de cañón”; y a los últimos, a los idiotas con iniciativa, Napoleón no los quería ni siquiera cerca de sus ejércitos: “Un idiota con iniciativa hace lo que no debe, dice lo que no debe, se enreda con quien no debe, arruina todo lo que toca y luego dice que no fue en serio”.
En este 2024 estamos luchando por un México mejor y esto no va a ocurrir si usted, gentil lectora, amable lector, vota por Claudia Sheinbaum; esta mujer pretende darle “continuidad” a uno de los regímenes más sangrientos, mortíferos, corruptos e incompetentes de la historia de México, el de Andrés Manuel López Obrador. No se equivoque; es decir, no sea estúpido contribuyendo a empoderar a los estúpidos.
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Luis Villegas Montes.
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[1] Cipolla, Carlo. Allegro ma non troppo, Booket, España, 2001.
[2] TABORI, Paul. The natual history of estupidity, Barnes & Noble, United States, 1993, p. 113.
[3] [En línea] Visible en el sitio: Alvaro Gómez Vieites en LinkedIn: Napoleón Bonaparte clasificó a sus soldados en 4 tipos de personas: 1… | 63 comentarios Consultado el 28 de enero de 2024 a las 23.05 hrs.